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jueves, 6 de septiembre de 2012

Quiero hundirme en tu noche y hacer infinito el placer.

Ella lo miraba con sus enormes ojos tristes, en busca de una respuesta. Él sólo podía mirarla con ternura. La eterna noche todavía veraniega se mezclaba con las luces de la ciudad, paseos a medianoche y baños en el mar al amanecer. La luna llena permanecía inmóvil colgada de aquel telón negro. El mar, parecía recordar todos los besos que en él se dieron todos los locos enamorados de este mundo. Y allí estaban ellos, igual de locos, igual de felices. Él le dio un abrazo que gritaba que no quería perderla nunca, se perdió en la curva de su cuello y aspiró su aroma como si quisiera que su último aliento llevara su esencia. Se despegó dos milímetros de ella, le apartó el pelo que le caía sobre la cara y por fin habló: "Los veranos se apagan, los sentimientos que se crean en ellos no. Los amores de verano no soportan el frío de diciembre, pero los amores de invierno son para siempre. Por eso yo no quiero que seas mi amor de verano. Tú eres mi amor de invierno."

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